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Pues mi segundo fin de semana sin beber socialmente casi ha terminado.
Debo admitir que bebí un vaso de vino blanco con mi almuerzo el viernes, un capricho que me resisto a abandonar. Como normalmente, me sentí con ganas de dormir después por lo que completé mi capricho con mi siesta habitual de los viernes por la tarde. Me levanté descansada y lista para lo que el fin de semana tuviera que ofrecer.
Fui a mostrar mi apoyo a una amiga que ha empezado a presentar karaoke en un bar. Pedí una tónica doble (¡sin ginebra!) y al principio me sentí muy incómoda, como si todo el mundo me estuviera mirando. A medida que la noche avanzó empecé a sentirme más cómoda, hablando con gente conocida y por conocer.
Cuando me preguntaron "¿Por qué no cantas?", respondí "Porque no bebo" a lo que obviamente siguió "¿Y por qué no bebes?" a lo que respondí "Porque conduzco". "Ah, conducir es el mejor motivo para no beber" o algo parecido, me contestaron. No discutí.
No estoy preparada, ni creo que fuera el lugar o el momento adecuado, para empezar a contar a extraños sobre mi desafío 365.
Me pedí mi segunda "tónica doble" la cual normalmente empieza a tener un sabor desagradable pero me sorprendió que me supo bastante bien. Llegué a casa, dormí como un lirón y me desperté la mañana siguiente bastante temprano... ¡sin resaca! Con todo el día por delante. ¡Vaya cambio!
Esa noche una compañera de trabajo me habían invitado a una barbacoa. También conduje. La excusa perfecta. Bebí cerveza no-alcohólica (nota a mí misma: ¡evita esta marca en futuro!).
Esta mañana tenía una caminata solidaria de 3 kilómetros a beneficio de AFOL (la Asocación de Familias Oncohematológicas de Lanzarote) e incluso ¡me desperté antes de que la alarma sonara! Me está gustando estos días "sin resaca".
Por ahora, si hasta ahora es indicativo de como va a ir todo esto, me estoy empezando a preguntar por qué no hice esto hace años.
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