Interesante comparación que ha salido de una conversación con una amiga esta misma tarde: uno de los aspectos que la prostitución cumplía antaño, a parte de la obvia, era la de prestar un oído amable a alguien que necesitaba ser eschuchado. En cambio, hoy en día, en una sociedad dónde el sexo se consigue con tanta facilidad, lo que cuesta encontrar es alguien que además te escuche y te aconseje con imparcialidad.
Una paradoja más de la complejidad de las relaciones humanas.
¿Qué pensáis?
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